De Salman Rushdie a Julian Assange
o todo el mund
o es igual a la hora de disfrutar la libertad de expresión. Esto es, al menos, lo que se podría deducir del apoyo desigual que han recibido víctimas de la censura, siendo la pena de muerte el último paso de la censura.
Es con gran alivio que hemos sido testigos del apoyo general a Salman Rushdie, después de su intento de asesinato.
Sin embargo, esto no borra mis recuerdos de muchos de nuestros amigos que se negaron a apoyarlo en el momento de la primera fatua que pedía su asesinato, el 14 de febrero de 1989, después de que se publicara su novela (Los versos satánicos). Las razones que estos amigos invocaron entonces son exactamente similares a aquellas a las que nos estamos acostumbrando, ¡ay!: desde: se lo merecía, lo buscó (como con los dibujantes de Charlie Hebdo), hasta: ni siquiera es un buen escritor (como si a los malos habría que dejarlos pudrirse, una justificación que me dejó sin palabras, cuando los intelectuales progresistas y las amigas feministas pakistaníes la invocaron en ese momento para justificar su negativa a hablar por Rushdie).
También agradezco profundamente el hecho de que más allá de las protestas directamente relacionadas con el propio Rushdie y lo sucedido en el condado de Chautauqua, también se homenajeó a los traductores y editores que colaboraron en dar al libro de Rushdie una audiencia internacional por lo que fueron masacrados por los nazis fundamentalistas que quemaban libros.
No, Rushdie no siempre gozó del favor de los progresistas ni de las organizaciones internacionales de derechos humanos. Me alegra de que finalmente lo consiguiera hace algunos años.
Sin embargo, hay otros Rushdies actualmente perseguidos por razones similares, no disfrutan más que Rushdie en sus primeros años como escritor perseguido sin el apoyo incondicional y la protección de los derechos humanos que las personas, tanto individuos como organizaciones, afirman tener en sus corazones. Ni los valientes dibujantes de Charlie Hebdo, ni el maestro laicista Samuel Paty (por citar sólo dos casos recientes de renombre internacional) se beneficiaron de ella; como aún dicen los hipócritas, en última instancia, se lo merecían, lo buscaban… Escucha al propio Rushdie explicando por qué, cuando uno le dice: ‘Creo en la libertad de expresión pero…‘, simplemente deja de escuchar…
Hoy, el editor Julian Assange es vilipendiado, sometido a tortura psicológica en aislamiento carcelario, amenazado con cadena perpetua en Estados Unidos por haber hecho público algunos de los crímenes de guerra cometidos por los mismos Estados Unidos que no cesan de aúllar por el intento de asesinato de Rushdie. ¿Lo creerías? Algunos bienpensantes incluso pretenden que Assange se lo merecía, que se lo buscó.
¿Será que el contexto internacional hace más aceptable criminalizar a Irán que a los Estados Unidos de América?
Defender la libertad de expresión nunca –nunca– está libre de política (como pretenden estarlo los organismos internacionales de derechos humanos), y debemos estar permanentemente preparados para denunciar la instrumentalización política de los derechos humanos en general y de la libertad de expresión en particular.
Sí, de hecho, hoy en día, algunos escritores, editores, traductores, etc. aún se ven como más ‘merecedores’ que otros en cuanto a su acceso a la libertad de expresión. Rushdie pasó victoriosamente la línea hace algunos años. Fue una larga espera. Con su apoyo y en su nombre, durante este momento en el que existe un consenso sobre el pleno derecho de Rushdie a la libertad de expresión, asegurémonos de que otros no languidezcan durante demasiado tiempo en el purgatorio de los derechos humanos.
12.08.22
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