Sobre el vergonzoso trato que Osborne-Mitsotakis están negociando sobre las antigüedades del Partenón – UNHERD
Yanis Varoufakis
esde sus comienzos, el saqueo de las estatuas y frisos del Partenón por parte de Elgin provocó una especie de guerra civil británica discursiva. Por un lado estaban los humanistas, como Lord Byron; por el otro, estaban los apologistas del Imperio, que defendían y defienden las acciones de Elgin y apoyaban y apoyan los inalienables derechos de propiedad del Museo Británico sobre las estatuas que, finalmente, el museo compró a Thomas Bruce, conde de Elgin.
En los últimos años, la opinión pública de Gran Bretaña se está poniendo cada vez más del lado de Lord Byron, quien, en 1812, lamentó el aspecto lamentable del Partenón posterior a Elgin:
“Dull is the eye that will not weep to see
Thy walls defaced thy mouldering shines removed
by british hands, which it had best behoved
to guard those relics ne’er to be restored.
Curst be the hour when from their isle they roved,
And once again thy hapless bossom gored
and snatch’d shrinking gods to northern climes abhorred.”
Según las sucesivas encuestas de YouGov, una clara mayoría de los británicos quieren ver los frisos del Partenón exhibidos en el magnífico Museo de la Nueva Acrópolis, en una sala especial con vista al castrado Partenón.
Por desgracia, el gobierno británico y los partidarios supervivientes de Elgin se resisten con uñas y dientes, insistiendo en que las estatuas del Partenón en el Museo Británico son de su propiedad y deben permanecer así eternamente. Su reclamo de derechos de propiedad legal es tan tendencioso como perjudicial para el sentido británico de la justicia. Señalan que Elgin tenía un permiso de las fuerzas de ocupación otomanas en Atenas para tomar lo que quisiera de la Acrópolis, lo que, insisten, le dio el derecho de poseer y vender todo lo que extrajo. Incluso si dejamos de lado el hecho de que dicho permiso otomano nunca otorgó permiso a Elgin para cortar las estatuas y los frisos del monumento con el uso de sierras, la afirmación es absurda y, de hecho, bastante peligrosa.
Imagínate que las fuerzas de ocupación nazis en París hubieran concedido a algún caballero un permiso para retirar las estatuas del Louvre. O si los hombres de Putin en Mariupol, hoy, le concedieran a un comerciante de antigüedades visitante un permiso para retirar antiguedades de valor incalculable de un museo local. La idea misma de que estos permisos otorgan derechos de propiedad seguros sobre las antiguedades sscuestradas es una afrenta para todas las personas decentes del mundo. En cuanto a la réplica habitual del establishment británico (que la ocupación otomana de Grecia duró siglos, o que Grecia no había sido un Estado-nación moderno antes de que los otomanos la invadieran), es una falta de respeto terrible para decenas de británicos que, como Lord Byron, viajaron a Grecia poco después de que Elgin destrozara la Acrópolis para luchar junto a los griegos reclamando su libertad y fundando el estado griego moderno.
Esta saga interminable vuelve a ser noticia. Durante los últimos seis meses, George Osborne, el ex ministro de Hacienda que actualmente se desempeña como presidente del Museo Británico, ha estado negociando un tratado con el gobierno griego. Una parte de las esculturas del Partenón serán enviadas a Atenas, a título de préstamo, para ser exhibidas a cambio de otras antigüedades. La verdadera razón por la que Osborne ha iniciado tales negociaciones es egoísta: necesita recaudar mil millones de libras esterlinas para restaurar el Museo Británico, pero teme que, teniendo en cuenta la opinión pública británica, a menos que elimine el hedor a hurto de Elgin de las salas y pasillos del Museo Británico, no habrá patrocinadores.
Desafortunadamente, limitado por la determinación del establishment británico en insistir mantener todos los derechos de propiedad sobre las esculturas que Elgin trajo a Inglaterra, el trato que Osborne está ofreciendo a la parte griega es vergonzoso. De hecho, no podría ser de otra manera, siempre y cuando el gobierno del Reino Unido y el Museo Británico insistan en que son los propietarios absolutos de las esculturas.
Piénsalo: los miembros del stablishment británico, que consideran que las estatutas son británicas y saben que la parte griega no reconoce sus derechos de propiedad, se oponen incluso a prestarlas al Museo de la Nueva Acrópolis, por temor a que un tribunal griego, si no el gobierno griego, pudíera decretar que no se devolvieran a Gran Bretaña. La única forma en que considerarían prestarlas es sobre la base del trato que el Sr. Osborne está proponiendo ahora al gobierno griego: un trato que estipula que, por el privilegio de recibir en préstamo la mitad de las estatuas arrancadas al Partenón, los museos griegos deben enviar otras de valor incalculable. estatuas que se mantendrán en el Museo Británico como «garantía«, esencialmente como rehenes que obligan a los griegos a devolver los mármoles prestados del Partenón.
Ningún gobierno griego puede aceptar jamás un trato tan sórdido. Y ningún británico decente debería mirarlo con otra cosa que no fuera un merecido desprecio.
Según mi opinión, creo que es absurdo, después de 200 años, seguir con la misma discusión. Es molesto para nosotros los griegos y es desalentador para los británicos. No soy un nacionalista cultural, en el sentido de que no quiero que se nos devuelva cada fragmento, cada estatua, cada friso o jarrón producido en la Grecia clásica. Los frisos, metopas y frontones del Partenón son un caso muy, muy especial. Fueron creados como partes integrales del Partenón y fueron desmantelados por Elgin con un permiso de nuestros esclavistas. No pertenecen ni a los griegos ni a los británicos. Pertenecen al Partenón, con el que se pueden volver a unir mejor si se exhiben en la sala perfectamente diseñada en la parte superior del Museo de la Nueva Acrópolis. Está conectado visualmente con el templo de una manera que provocaría lágrimas en los ojos de cualquier visitante.
¿Y el Museo Británico? ¿Termina con una habitación vacía donde ahora están las reliquias del Partenón? Absolutamente no. Como internacionalista y anglófilo, detestaría eso. Pero imagina lo siguiente. Que los Mármoles del Partenón se reúnan con el Partenón de forma permanente. Y que el gobierno griego se comprometa a mantener la sala correspondiente del Museo Británico abastecida con una exposición rotatoría permanente de tesoros de la época clásica independientes del incalculable valor. Le daría a la gente de Gran Bretaña y a los visitantes internacionales una razón para visitar el Museo Británico una y otra vez.
De esta manera, el Partenón volvería a estar completo. Y el Museo Británico se enriquecería con un desfile interminable de espléndidas antigüedades griegas que funcionarían como alegres embajadores de la Grecia clásica en el centro de Londres, no como los tristes rehenes del Sr. Osborne.
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