No es mal momento para recordar a Bakunin en el aniversario de su muerte. Para ello he «secuestrado» dos artículos de Frank Mintz, libertario internacionalista, militante anarconsindicalista, estudioso del movimiento libertario español y escritor, si no ha cambiaddo con la edad adicto a Ruesta. Articulos que he masacrado a mi gusto y razón para convertirlos en uno solo. Si ello es posible…
Breve biografía de Mijail Bakunin
ació en Priamujino (Rusia) el 8 de marzo de 1814. Cuando Bakunin tenía once años, era 1825, un grupo ilustrado y liberal se rebeló contra el absolutismo medieval del zar: eran los “Decembristas”. La mayoría de ellos murieron ejecutados víctimas de la brutal represión. Durante muchos años su insurrección sería el símbolo de la juventud revolucionaria rusa. En la familia de Bakunin, como en tantas otras, hubo víctimas. Pero la vida continúa y por «tradición familiar» tuvo que realizar los estudiós de artillero en la Academia de San Petersburgo, alcanzando el grado de oficial de la guardia imperial.
Enviado a una unidad militar en la frontera polaca, se ausentó y a punto estuvo de ser juzgado por deserción. A los 21 años consiguió liberarse de la carrera militar y se fue a Moscú donde trabó amistad con un grupo de exuniversitarios comprometidos con el estudio sistemático de la filosofía idealista, agrupados alrededor del poeta Nikolai Stankevich y el futuro crítico literario Visarion Bielinski. La filosofía de Kant era, inicialmente, el objetivo del estudio, pero fueron evolucionando hasta Schelling, Fichte y Hegel. En el otoño de 1835 se planteó formar un círculo filosófico en su pueblo natal y a principios de 1836 traducía obras diversas de Fichte en Moscú.
Gracias a la ayuda económica de su amigo Alexander Herzen, célebre opositor antizarista, Bakunin pudo dejar Rusia e ir a profundizar sus estudios filosóficos. En Berlín tuvo la oportunidad de conocer las teorías de los neohegelianos de izquierda y terminó por abandonar la filosofía y dedicarse a frecuentar a los miembros de las distintas tendencias socialistas alemanas y francesas.
Se traslada a París, coincidiendo con Herzen, Proudhon y Marx, y participó en las revoluciones que estallaron en ese año en la capital francesa, en Praga y Dresde. De París viajó a Suiza, donde residió un tiempo y tomó parte activa en todos los movimientos socialistas. Durante su etapa en este país, el gobierno ruso le ordenó regresar, cosa a la que se negó, y su desobediencia conllevó que se le confiscaran sus propiedades. En 1848, tras regresar a la capital francesa, publicó una ardiente proclama contra Rusia, tras la cual lo expulsaron de Francia. El movimiento revolucionario de 1848 le proporcionó la ocasión de entrar en una violenta campaña de agitación democrática y por su participación, con el músico Wagner, en la Insurrección de Dresde de 1849 lo detuvieron, siendo condenado a muerte en Sajonia, pena posteriormente conmutada a la cadena perpetua. Para ser extraditado a Austria donde también lo condenaron a muerte y luego a perpetuidad; En ambos países estuvo encadenado a la pared.
Finalmente, Bakunin fue entregado en 1851 a las autoridades rusas, que lo encarcelaron en una mazmorra sin luz y húmeda en la fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo, dedicada a los presos políticos. Tras unos meses, el equivalente del Ministro de Interior le pidió a Bakunin que redactara un texto de autoinculpación para el zar. Bakunin escribió una Confesión donde empezaba con una pirueta afirmando que no podía confesar los pecados de los demás. El zar apuntó en su ejemplar del texto que Bakunin no presentaba una verdadera contrición rechazando, en consecuencia, su traslado a una celda “normal”. Allí estuvo hasta 1857, cuando tras reiteradas solicitudes, por parte de su familia, lo desterró a Siberia. Desde allí se escapó a Japón. Viajó a California, cruzó Panamá, llegó a Nueva York y, finalmente, se trasladó a Inglaterra en 1861, donde residiría varios años. En 1863 Bakunin intentó participar sin resultado en la insurrección polaca. Posteriormente se trasladaría a Italia. En dos años logró desarrollar el socialismo entre la juventud decepcionada por Garibaldi, incapaz este de refutar el patriotismo clerical de Mazzini. Bakunin fue creando sociedades secretas con el fin de preparar compañeros capaces de propagar el socialismo durante las múltiples insurrecciones espontáneas que brotaban tanto en Italia como en otros países. A partir de 1867, con la afirmación cada vez más anarquista de Bakunin, dichas sociedades secretas adquirieron un peso auténtico. Una de la más conocidas sería la Fraternidad Internacional o Unión de los revolucionarios socialistas.
En 1864 fundó en Ginebra la Hermandad Internacional de la Democracia Social, organización revolucionaria que se disolvió al integrarse en la I Internacional, en 1867. En este mismo año se dirigió a Suiza, donde apoyó la Liga de la paz y la libertad, a la que pertenecían personalidades como Garibaldi, Louis Blanc, Víctor Hugo y Stuart Mill.
Posteriormente formó la llamada Alianza Internacional de la Democracia Socialista, cuyo programa reivindicaba una serie de reformas que constituían la base de la doctrina política de Bakunin: la supresión de los Estados nacionales y la formación en su lugar de federaciones constituidas por libres asociaciones agrícolas e industriales; la abolición de las clases sociales y de la herencia, la igualdad de sexos y la organización de los obreros al margen de los partidos políticos.
Fue a través de la Alianza cómo Giuseppe Fanelli llego en 1868 a España para estimular la creación de núcleos de obreros socialistas y adheridos a la Asociación Internacional de los Trabajadores.
En 1870 Bakunin fundó el Comité para la Salvación de Francia, asociación que dirigió la insurrección de la Comuna de Lyon. La vida de Bakunin está estrechamente vinculada a la historia de la “Asociación Internacional de Trabajadores”, en cuyas filas actuaron tanto los socialistas autoritarios como los anarquistas.
Marx fingió en 1871 durante la Comuna de París adoptar el esquema del abandono de la toma del Estado y de la libre organización desde abajo. El Consejo general de la AIT, inspirada por Marx y Engels, siguió siendo un órgano vertical para manipular a sus contrarios. Así, la AIT convocó en 1872 el llamado congreso internacional de la Haya, cuya organización excluía tener en cuenta el voto sindical basado en la proporcionalidad de los afiliados. Marx y sus seguidores podían descartar de esta manera las federaciones obreras de España e Italia con unos 50.000 adherentes, privilegiando el voto por sindicatos (cualquiera fuese el número de afiliados). De acuerdo con las palabras de James Guillaume sólo se representaban a sí mismos y no organizaciones de la Internacional.
Este “congreso”, en la última sesión, después de la salida de un tercio de los participantes, expulsó a Bakunin de la Internacional, aduciendo contra él acusaciones absurdas y calumniosas. Los emigrantes rusos, como Ogarev y Zaitsev, protestaron tajantemente contra estas calumnias. Una semana después del congreso de la Haya se celebró otro Congreso Internacional en Saint Imier. En dicho congreso participaron delegados de las delegaciones italiana, española y de la federación del Jura, y asimismo representantes de secciones francesas y norteamericanas. Este congreso rechazó unánimemente todas las resoluciones del congreso de La Haya y se negó a reconocer el nuevo Consejo general de la Internacional elegido en este mismo congreso. Estas mociones del Saint Imier fueron ratificadas por federaciones de Bélgica, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Suiza.
De hecho, se formaron dos AIT, la de los autoritarios y de los libertarios. El 1° de septiembre de 1873 en Ginebra se celebró el sexto congreso de la Internacional, con la participación de las federaciones de Bélgica, Holanda, Italia, España, Francia, Inglaterra y del Jura suizo. El congreso deliberó sobre los estatutos de la Internacional y optó por la supresión del Consejo General, dirigido por Marx. El tercer artículo de los estatutos elaborados por el congreso reza lo siguiente: “Las federaciones y las secciones que componen la Asociación conservan su plena autonomía, o sea el derecho de organizarse como lo deseen, de llevar a cabo sus asuntos sin injerencia ajena alguna y de elegir el camino que seguir, siempre que lleve a la emancipación de los trabajadores.”
Bakunin pasó sus últimos años en Suiza, viviendo pobremente y sin más aliento que la correspondencia que mantenía con grupos de obreros anarquistas. Permaneció activo en el movimiento radical europeo hasta que, por problemas de salud derivados de su paso y estancia en las cárceles, ingresó en el hospital de Berna (Suiza), donde falleció el 1 de julio de 1876.
Su legado
Sería presuntuoso creer que es posible sintetizar todas las ideas de Bakunin en su fase decididamente anarquista y sindicalista entre 1867 y su muerte en 1876. Tampoco se pueden arrinconar algunas tendencias previas, como su rechazo del reformismo, representado por su amigo Alexander Herzen. Desde su juventud, hervían en la mente de Bakunin múltiples proyectos, sostenidos por una enorme vitalidad.
Por eso, sería una superchería reducir su pensamiento a Dios y el Estado (compuesto por Eliseo Reclus con extractos del Imperio Knutogermánico) e ignorar sus artículos en la prensa obrera.
En 1977 Noam Chomsky, refiriéndose a los enfoques de Bakunin, defendió en Los intelectuales y el Estado, cómo sigue teniendo validez la denuncia del papel de los autoproclamados «tutores del pueblo«. Chomsky insistía en las anticipaciones de Bakunin: “como minoría sabia que pretende expresar la voluntad del pueblo” gobernando “la ficción de esa pretendida representación del pueblo” que servirá para ocultar “el hecho real de la administración de las masas populares por un puñado insignificante de privilegiados elegidos o no» […] el “pueblo soberano” será sometido “a la minoría intelectual que lo gobierna, que pretende representarlo y que infaliblemente lo explota”. “Al pueblo -escribía también Bakunin-, no le vendrá mejor en absoluto si el palo que le pega lleva el nombre del palo del pueblo».
El análisis del poder
En 1977 Noam Chomsky, refiriéndose a los enfoques de Bakunin, defendió en Los intelectuales y el Estado, cómo sigue teniendo validez la denuncia del papel de los autoproclamados «tutores del pueblo«. Chomsky insistía en las anticipaciones de Bakunin: “como minoría sabia que pretende expresar la voluntad del pueblo” gobernando “la ficción de esa pretendida representación del pueblo” que servirá para ocultar “el hecho real de la administración de las masas populares por un puñado insignificante de privilegiados elegidos o no» […] el “pueblo soberano” será sometido “a la minoría intelectual que lo gobierna, que pretende representarlo y que infaliblemente lo explota”. “Al pueblo -escribía también Bakunin-, no le vendrá mejor en absoluto si el palo que le pega lleva el nombre del palo del pueblo» (Bakunin Estatismo y Anarquía [1873], Buenos Aires, 2004, p. 162; Madrid, 1986, pp. 211-212 [corregido con el texto ruso]).
Y efectivamente al alcanzar el poder en la democracia cloacal de los países europeos o latinoamericanos, los supuestos heraldos de la izquierda, las direcciones de los partidos socialistas defienden políticas neoliberales en nombre de un futuro –e invisible- auge económico que nos beneficiaría a todos.
Es justamente lo que denunciaba Bakunin: con vista a un cambio social o una alianza un signo infalible por el cual los obreros pueden reconocer a un falso socialista, a un socialista burgués [es el siguiente:] Si en lugar de hablar de revolución o si se quiere de transformación social, les dice que la transformación política debe preceder la transformación económica […] que el obrero le dé la espalda pues o es un tonto, o un hipócrita explotador. (Bakunin. Crítica y acción, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2006, [1869], pp. 95-96.
La clave de su análisis, la presentaba el mismo Miguel Bakunin en una carta al militante de la Internacional Anselmo Lorenzo:
«Enemigo convencido del Estado y de todas las instituciones económicas como políticas, jurídicas y religiosas del Estado; enemigo en general de todo lo que en el lenguaje de la gente doctrinaria se denomina la tutela benefactora ejercida bajo cualquier forma, por las minorías inteligentes, y naturalmente desinteresadas, sobre las masas; convencido que la emancipación económica del proletariado, la gran libertad, la libertad real de los individuos y de las masas […] es incompatible con la existencia del Estado o cualquier otra forma de organización autoritaria, inicié desde el año 1868, época de mi ingreso en la Internacional, en Ginebra, una cruzada contra el mismo principio de autoridad, y empecé a predicar en público la abolición de los Estados, la abolición de todos los gobiernos, de cuanto se llama dominación, tutela, poder, incluida desde luego la supuesta revolucionaria y provisional, que los jacobinos de la Internacional, discípulos o no discípulos de Marx nos recomiendan como un medio de transición absolutamente necesario, eso pretenden, para consolidar y organizar la victoria del proletariado» (Bakunin carta a Anselmo Lorenzo, 10 de mayo de 1872 [**]).
Los enfrentamientos teóricos y personales entre Marx y Bakunin
Es indudable que hubo calumnias ridículas entre ellos, un teórico y un hombre de acción, que no llegaron nunca a aunar sus cualidades. Si Bakunin fue virulento:
«entre las acusaciones dirigidas por Bakounine contra Marx descuella como motivo especial de odio las circunstancias de que Marx era judío. Esto, que contrariaba nuestros principios, que imponen la fraternidad sin distinción de razas ni de creencias, me produjo desastroso efecto, y dispuesto a decir la verdad, consigno esto a pesar del respeto y de la consideración que por muchos títulos merece la memoria de Bakounine«. Lorenzo Anselmo El Proletariado militante, Madrid 2005, p. 204.
Carlos Marx y Federico Engels fueron discreta y duraderamente persistentes:
«Cuando Marx alude al tosco idioma tártaro designa el ruso, o sea Marx expresa una doble xenofobia:
hacia los tártaros y hacia los rusos. Engels había escrito, sin que Marx le contradijera, ¿Y acusará Bakunin a los norteamericanos haber hecho una «guerra de conquista», que, si bien asesta un duro golpe a su teoría basada en la «justicia y la humanidad», fue sin embargo llevada a cabo total y únicamente por el bien de la civilización? ¿O será una desgracia que la espléndida California haya sido arrebatada a los perezosos mexicanos que no podían hacer nada en ella?» Neue Rheinische Zeitung enero-febrero 1849. en inglés y no en castellano en el sitio citado.
Un diálogo indirecto que entabló Carlos Marx con Miguel Bakunin en 1875 (Marx Carlos “Acotaciones al libro de Bakunin “El Estado y la Anarquía” [Estatismo y anarquía, 1873] en Marx Engels Lenin Acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo, Moscú, s. d. [1973], p. 136. Las citas de Bakunin corresponden a las páginas 210-211 de la edición de Buenos Aires, 2004.) es muy revelador y he elegido lo que resulta para mí el mayor escollo y la diferencia abismal entre ambos. Es una clara definición de lo que ya se denominaba en aquella época el socialismo autoritario y el socialismo libertario.
[Bakunin sobre un gobierno popular y revolucionario] gobierno de la inmensa mayoría de las masas del pueblo por la minoría privilegiada. Pero esa minoría, nos dicen los marxistas:
[Marx] ¿Dónde?
estará compuesta, de trabajadores. Sí, de antiguos trabajadores, quizás, pero que en cuanto se conviertan en gobernantes o representantes del pueblo cesarán de ser trabajadores
[Marx] Ni más ni menos que hoy un fabricante deja de ser capitalista porque le hagan concejal de su ayuntamiento.
[Bakunin] y considerarán el mundo trabajador desde su altura estatista; no representarán ya desde entonces al pueblo, sino a sí mismos y a sus pretensiones de querer gobernar al pueblo. El que quiera dudarlo no sabe nada de la naturaleza humana.
[Marx] Si el señor Bakunin conociese, por lo menos, la posición que ocupa el gerente de una cooperativa obrera, se irían al diablo todas sus fantasías sobre la dominación. Hubiera debido preguntarse: ¿Qué forma pueden asumir las funciones administrativas, sobre la base de un Estado obrero? (si le place llamarlo así).
En estos dos comentarios Carlos Marx pregonaba su prepotencia respecto al problema del ansia de agarrar el poder y de conservarlo dentro del movimiento socialista en general. Indudablemente, Marx no la podía aceptar puesto que él mismo estaba obsesionado por calumniar a quienes le hacían sombra (Pierre-Joseph Proudhon y luego Ferdinand Lasalle).
Por eso, Marx dejó de lado este aserto de Bakunin (que sigue a la frase que termina con no sabe nada de la naturaleza humana):
«Pero esos elegidos serán convencidos ardientes y además socialistas científicos. Esta palabra “socialistas científicos”, que se encuentra incesantemente en las obras y discursos de los lassallianos y de los marxistas, prueban por sí mismas que el llamado Estado del pueblo no será más que una administración bastante despótica de las masas del pueblo por una aristocracia nueva y muy poco numerosa de los verdaderos y pseudosabios.»
Aquella imperdonable ceguera intelectual explica la incapacidad de Marx de representarse cómo iban a evolucionar los futuros Estados socialistas, cuando Bakunin no paraba de afirmar, de anticipar lo que pasaría con la URSS u hoy Corea del Norte.
Las herramientas que nos dejó Bakunin
Bakunin denunció repetidamente el peligro de una transición presentada por los enemigos del poder del pueblo. Pero eso no significa que Bakunin tuviera la ingenuidad de imaginar el paso sin transición de la sociedad capitalista a la autogestión multitudinaria.
En una serie de artículos de Bakunin, La instrucción integral, en un periódico obrero en 1869 se lee: Es posible e incluso muy probable que en la época de transición más o menos larga que sucederá naturalmente a la gran crisis social, las ciencias más elevadas caigan considerablemente por debajo del nivel actual.
Nunca pidió Bakunin una limpieza social de supuestos elementos “burgueses”, como lo llevó a cabo el marxismo de Lenin:
El socialismo hará una guerra inexorable a las “posiciones sociales”, no a los hombres. Una vez destruidas y quebradas esas posiciones, desarmados y privados de todos los medios de acción, los hombres que las ocuparon se volverán inofensivos y mucho menos poderosos, lo afirmo, que el más ignorante obrero, porque su potencia actual no radica en sí mismos, en su valor intrínseco, sino en su riqueza y en el apoyo del Estado (**).
Tampoco cayó Bakunin en el mito del Hombre Nuevo (que haya seres más buenos en una sociedad sin explotación es cierto, pero me parece dudoso que muchos sean impecables).
Los mejores hombres son fácilmente corruptibles, sobre todo cuando el mismo medio provoca la corrupción de los individuos por la ausencia de control serio y de oposición permanente (Bakunin. Crítica y acción, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2006, p. 41 [1871].128 p.;).
La evidente deducción es seguir aplicando la rotación de las tareas para formar compañeras y evitar que las mismas personas se aferren a los mismos puestos. Y el control desde la base, y hasta la revocación, son factores imprescindibles.
Bakunin creó un gran número de sociedades secretas con un propósito muy claro y una práctica sin rigidez castrense:
«Este programa se puede formular claramente en algunas palabras: liquidación total del mundo estatal y jurídico y de la llamada civilización burguesa por una revolución popular espontánea, invisiblemente dirigido de ninguna manera por una dictadura oficial, sino por la dictadura anónima y colectiva de los amigos de la emancipación completa del pueblo de cualquier yugo, sólidamente aunados en una asociación secreta y actuando siempre y por todas partes con un único objetivo y un programa único. […]
Sinceridad absoluta entre los miembros. Exclusión de todo jesuitismo en las relaciones, la desconfianza ruin, el control pérfido, el espionaje y las delaciones recíprocas, ausencia y prohibición terminante de rumores e indirectas. Cuando un afiliado tiene algo que reprochar a otro, debe hacerlo en la asamblea general y en su presencia. Control fraterno colectivo de cada uno por todos, control en ningún caso molesto, mezquino y sobre todo malévolo, el cual debe sustituir su sistema de control jesuítico, y debe hacerse con la educación moral, con el pilar de la fuerza de cada miembro, con la base de la confianza fraterna mutua, en la que se fundará toda la fuerza interior y por tanto exterior de la asociación; (**)
Si Bakunin predicó siempre la revolución, lo hizo con sensatez porque las revoluciones no se improvisan. No las hacen arbitrariamente ni los individuos ni aun las poderosas asociaciones. Independientemente de toda voluntad y de toda conspiración, son llevadas siempre por la fuerza de los acontecimientos. Se las puede prever, algunas veces presentir su aproximación pero jamás acelerar la explosión (Bakunin. Crítica y acción, o. c., p. 69.).
Las recientes explosiones antiautoritarias en algunos países árabes, si bien han quedado muy quebradas, demuestran la validez del juicio de Bakunin. Bakunin, como todos los socialistas autoritarios y libertarios del siglo XIX, consideraba próximo el estallido revolucionario. Un año antes de su muerte, y ya muy debilitado por la vejez, acentuada por casi siete años de régimen carcelario severo, Bakunin anunció un periodo de 50 años de apatía de las luchas sociales, o sea hasta 1920-1925. Y el surgir espontáneo de los soviets revolucionarios rusos (sin la acción de ningún partido político) en febrero de 1917 demostró la justeza del análisis.